¡Hola! Mis queridos acompañantes.
Para comenzar de forma sincera este post, os confesaré un pequeño secreto:
Hace muchos años, en el verano de mil novecientos setenta y tantos, mis padres decidieron llevarnos de vacaciones a un pueblecito de Tarragona en la costa dorada, llamado Hospitalet del Infant, donde habían trabajado en sus años mozos y en donde aún mantenían muchas y muy buenas amistades.
En mi retina viajera, ese acontecimiento siempre será recordado por lo bien que lo pasé, pero sin duda, por lo que nunca se me olvidará, es por haber conocido y disfrutado por primera vez del Mediterráneo.
Si amigos, ese gran azul al que Serrat cantó con dulzura, y que a mi, con el paso de la vida, aún me mantiene embrujado. Os podría contar muchas anécdotas de la mar que ha dado nombre a una de las dietas más sanas e importantes del mundo, pero los anuncios de Estrella Dam (cuantas tengo pimplado) reflejan de manera significativa, los buenos momentos allí disfrutados.
Por este motivo, la visita al restaurante Miramar que está a escasos diez metros reales de la orilla y en el ejercen como buenísimos anfitriones Paco Pérez y su mujer Montse, tenía un “plus” especial , que hizo que el convencimiento para hacer un viaje relámpago fuese instantáneo.
La cocina de Paco
Me empiezan a tocar bastante los colgantes, ciertos rumores que alimentan quienes se creen la pera limonera en este mundo de los fogones y que atizan con dureza a cocineros híper creativos y talentosos como Quique Dacosta o el propio Paco Pérez, tachándolos de simples imitadores de Adriá.
Si bien es cierto, que en la época mítica del “gran divino” los chavales que salían de la escuela preferían esferificar antes que guisar, no es menos verdad que los cocineros españoles seríamos auténticos gilipollas si no nos aprovechásemos de muchas de las técnicas contemporáneas que nos ha dejado como legado el cocinero mas influyente de la historia.
Y cual es mi percepción sobre la cocina de Pérez?
Pues que tras mi fugaz visita a este restaurante acariciado por las tranquilas aguas azules, me he encontrado una cocina muy seria, con muchos guiños al mar, y que tras una aparente sencillez de sus platos, se esconde un arduo trabajo combinativo de las más modernas técnicas heredadas de la universidad Bulliariense, con una conceptualizad propia, que ha logrado emocionarme en muchas fases del condumio.
Espero que interpretéis esto como un halago, pues esa es mi intención cuando pienso y escribo, que salvando algunas distancias, para aquellos que en su día no pudieron disfrutar de una mesa en el Bulli, el Miramar es lo mas parecido que me he encontrado en España, y creo que comparte junto a Quique Dacosta, Alinea, Heston Blumental y Mugaritz el ramillete de restaurantes de cocina más vanguardista en los que he zampado.
El menú es largo, treinta y un platitos exactamente que os detallo a continuación:
Limón, miso y huevas de salmón.
Quicos y cilantro.
Calabaza.
Ensalada Walfor.
Mochi de arroz a la cubana.
Patata soufflé y salmorejo.
Navaja y garbanzos.
Mejillón tigre.
Fish and Chips.
Calamar andaluza.
Buñuelo.
Fresa Gazpacho.
Pesto.
Dunkin´r foie gras.
Roca del Cap de Creus.
Ajoblanco.
Niguiri.
Ostra.
Gamba Marina.
Sepia a la brutesca.
Piquillo.
Primer verde.
Alcachofa, yema de huevo y maíz tierno.
Arroz de langosta.
Mero.
Anguila Matelotte.
Wagyu Wellington.
Cheese cake de Payoyo.
Flores.
Cornetto helado.
Caja de cítricos.
Lo que menos me ha gustado:
– Lo hacen para el disfrute del cliente, pero con tantos platos me cuesta llegar al final.
– Lo lejos que está de mi casa.
– Demasiados platos en los que interviene el Nitrógeno líquido.
– Salí de Galicia lloviendo, llegué a Llanca y no había una nube y al volver a casa seguía todo encharcado. Envidia.
Lo que más me ha gustado:
– La amabilidad de Paco y Montse, así como el buen hacer de todo el equipo.
– El coraje y atrevimiento que distingue la cocina de Paco en un momento que la creatividad cocineril parece estar un poco más estancada.
– La conceptualidad de cada uno de sus platos.
– La relación calidad precio me parece insuperable.
– El poder comer y mirar a la cara de cerca al gran Mediterráneo.
Puntuación personal: 9
Seguramente en mi siguiente visita esta puntuación crecerá, si no tengo el tiempo tan contado, y puedo disfrutar de una digestión más pausada.
Por último permitirme dedicar este post, al malogrado periodista gastronómico Pau Alborna, que por una injusticia de la vida nos ha dejado.
“Querido Pau, espero que estés donde estés puedas leer estas palabras, para darte cuenta, que tu legado gastronómico nos servirá como faro-guía a todos aquellos que nos gusta escribir sobre este mundo tan fascinante de la restauración.”
Descansa en paz.